domingo, 28 de septiembre de 2014

Mis maestros, mis padres, y mis notas.

Originalmente, este post se titulaba: Evaluación y la incomodidad del cambio; pero me sentí en la necesidad de señalar directamente a quienes se incomodan al pensar en las implicaciones del inevitable cambio en educación, y específicamente en la evaluación del aprendizaje. Porque hace mucho rato, este cambio dejó de ser una opción, hoy es una obligación.

Ahora bien, luego de leer este título vale la pena preguntarse: ¿dónde queda el estudiante en este marco? ¿dónde queda el aprendizaje y la comprensión del contenido? Porque decir que esto está 100% reflejado en las notas que vienen otorgándose desde hace décadas, es bastante audaz y poco asertivo.

Los estudiantes han sido configurados para perseguir notas y puntos que validen sus esfuerzos durante su vida escolar, y que le permitan entrar a alguna buena universidad. Pero, ¿acaso esas notas reflejan con exactitud lo que el estudiante es?, ¿lo que es capaz de realizar?, ¿o acaso sólo muestra su capacidad de memorizar y responder preguntas de la manera correcta? Son discusiones que necesitan suceder en las escuelas, son discusiones que los gerentes educativos necesitan iniciar en sus instituciones, para tomar acción ya!

Los padres generan la mayor influencia/presión sobre este asunto, la mayoría de los padres asumen que sus hijos deben aprender como ellos aprendieron (¡terrible esto!), y algunas de las razones que argumentan son:

- "Yo aprendí asi, y hoy soy exitoso"
- "Los niños tienen que aprender a hacer exámenes"
- "Tienen que aprender eso por conocimiento general"
- "Esas letras no me dicen nada, quiero un número en la boleta"
- "Si no les das una nota, no sabrán qué aprendieron"

Por estas razones, por muchos años las escuelas han mantenido estructuras que hoy ya son obsoletas, porque quizás no sólo es más fácil complacer a los padres, sino también estamos acostumbrados a este sistema y no vemos el punto en el cual los estudiantes están perdiendo tanto tiempo dentro del salón de clases. Como he mencionado anteriormente en este blog, no sabemos el futuro laboral al cual nuestros alumnos irán, entonces ¿cómo pretender darles un modelo que fue creado para un futuro no existente?, y peor aún ¿cómo medir sus aptitudes y aprendizaje usando un modelo que expiró hace tanto?

La evaluación es un tema controversial sólo porque necesita una transformación; estoy segura que una vez que eso suceda, dejará de ser incómodo para todos los que no quieren entender que esta "nueva" visión hará su vida mucho más fácil, y reflejará de manera transparente lo que cada estudiante es, y cuales son sus aptitudes. Ahora bien, un reto para mi: exponer estos ajustes necesarios en evaluación en un sólo párrafo:

La evaluación puede ser diagnóstica, formativa y sumativa. Los propósitos de cada una son distintos y la información que proporcionan son para audiencias específicas, una evaluación diagnóstica da info para el profe y permite ajustar o rediseñar la instrucción que se dará en clase; la evaluación formativa es de y para los estudiantes, para que ellos obtengan información de sus entendimiento de los conceptos que están estudiando, e identificar dónde necesitan ayuda; y finalmente la evaluación sumativa es el producto del estudiante al conectar sus habilidades y el conocimiento adquirido, el profe toma esta información y la reporta.

No suena a una ciencia extraña, estoy segura que todos los que lean esto (o al menos, espero, una gran mayoría) dirá: "Claro, esto lo sabemos todos", sin embargo el problema está en que quienes defienden seguir este acertado esquema de evaluación, no ajustan su instrucción a la misma, por lo que los estudiantes terminan con las mismas notas que poco reflejan la realidad.

El reto está en dos punto esenciales:

1. Tenemos que saborear la incomodidad de estos cambios, la comodidad en el campo de la educación no la veo como algo positivo. Los docentes necesitamos seguir modificando y ajustando nuestra práctica profesional, y la razón es simple: evolución. Los seres humanos evolucionamos y necesitamos cambios en paradigmas, a través de los cuales enseñamos a los niños a sobrevivir en un futuro aún desconocido.

2. Debemos soltar el proceso de evaluación, y otorgarlo en gran medida a quienes finalmente se beneficiarán del mismo. Los estudiantes necesitan adueñarse de su evaluación si queremos que la comprensión sea genuina, y realmente desarrollen esa capacidad de aprender de manera reflexiva y analítica.

La conversación va quizás mucho más allá, pero quisiera dejar este post con el cual juguemos un rato, nos atrevamos a incomodarnos con la idea de cambio, y comencemos a involucrar a nuestros estudiantes en este proceso; ver el cambio en su actitud con respecto a sus evaluaciones será la mayor recompensa.

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